Mi historia es como la de cualquier niño de los años 70 que una mañana de Reyes descubrió entre sus regalos un maravilloso mundo encerrado en una caja hexagonal de color azul. A partir de ese instante caballeros, princesas, brujas, fantasmas y todo un sin fin de arcanos personajes se hicieron realidad y con la apariencia de muñequitos de plástico poblaron durante años mi infancia y mis juegos. Con el paso del tiempo aquella caja se cerró para no abrirse más, dejando en su interior no solo un puñado de piezas veteadas de color marfil sino miles de sueños que yo no podía sospechar que algún día pudieran resurgir del olvido.
Pero sorprendentemente así fue. Bien entrados los cuarenta años y por la influencia de un amigo, se produjo el reencuentro con esos compañeros de juegos que yo creía extinguidos en mi memoria. A través de un foro surgieron ante mis asombradas pupilas los tejados con aquel brillante rojo bermellón, banderas multicolores, lanceros, jinetes, puentes levadizos y por un instante volví a sentirme niño otra vez.
Ya no he podido resistirme al encanto de este antiguo juguete, y aquí sigo, esperemos que por mucho tiempo, llenando mis ratos de ocio entre almenas y batallas campales, entre normandos y vikingos, atrapado sin tregua entre la niñez y el inevitable final de mi historia.
Ya no he podido resistirme al encanto de este antiguo juguete, y aquí sigo, esperemos que por mucho tiempo, llenando mis ratos de ocio entre almenas y batallas campales, entre normandos y vikingos, atrapado sin tregua entre la niñez y el inevitable final de mi historia.
Colecciones y construcciones
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